domingo, 2 de septiembre de 2012

La metamorfosis PaVel


Esos fugaces momentos eran tan significantes para mí como el sol que nacía en la mañana para los pájaros, pero aún así tenía ese maldito sentimiento de que mi existencia fuera horrible, de ser tan repugnante para mis padres, que no pudieran tan solo abrir la chapa de mi habitación para verme.
Mi hermana siguió entrando diariamente a hacer las labores en mi habitación, recordando dejar la silla bajo la ventana, recordando detalladamente el día que yo la llevaba para observar el sol, los pájaros y la gente tan apurada como siempre. Cada día que pasaba se convertía en una rutina para mí despertaba esperando la llegada de Grete a mi habitación para luego postrarme en la ventana un buen rato recordando así mi horrible existencia para después pegarme a la puerta y escuchar las conversaciones que sostenía mi familia durante la cena.
Maldita sea yo solo quería dejar ese repugnante cuerpo, sentir mis manos, mis pies, las vertebras de mi espalda, volver a abrazar a mi mamá. Todo esto era un tormento para mi existencia, solía observar a mi hermana cuando veía la ventana, añorando acariciar su rostro.
Empecé a salir de debajo del sofá y a buscar un poco de luz en mi ventana cuanto más pasaba el tiempo, más se hacía costumbre, pero Grete no volvió, sólo me dejaba de comer y se marchaba, sentía mi corazón inmensamente herido, quería marcharme y dejar de ser un estorbo, aunque en realidad no podía dejar a mi familia, ellos no me lo permitirían. Poco a poco empecé a sentir el desprecio de mis padres, mi madre entró con un gran esfuerzo a mi habitación pero al verme se desplomó, no aguantó mi despreciable apariencia. No sabía qué hacer me sentía tan herido y responsable.
Un día en mi rutina de ir a la ventana, el cuadro de mi pintura favorita cayó sobre mi espalda hiriéndome y causándome un profundo dolor, los días fueron testigo con su paso de cómo se podría la herida y así un día quedé petrificado como roca, en el  piso. Volví a sentir mis vertebras, la sangre fluir por mi cuerpo, mientras el cálido sol rozaba mi rostro.

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