Grete era mi
fuerza el motor que no me permitía morir de no ser por ella esta cucaracha
repugnante que algún día fue hombre uno cansado de vivir y sin valor alguno. Un
hombre con el cual la vida no fue justa no soportaría tanto sufrimiento.
Aquella
mujer llena de amor cada día iba a mi cuarto para hacer lo que yo era incapaz
debido a mi condición y yo sin musitar palabra alguna solo me escondía detrás
del sillón para que no pudiese verme.
Los días pasaban y la rutina
seguía igual yo sintiéndome cada vez más inútil, sabía que debía hacer algo
estaba resignado a vivir como un bicho para siempre, eso no lo podía cambiar, más era mi
decisión ser el mismo hombre infeliz, atrapado en una cucaracha o empezar a
formar lo que seré. Llegó la noche y con ella el silencio los pensamientos
rondaban mi cabeza haciendo imposible conciliar el sueño, pero después de
largas horas logré dormir. Me encontraba en un estado de inconciencia y
aprovechando esto la oscuridad invadió mi sueño con pesadillas, eran tales que mi cabeza
palpitaba de mi boca salían gemidos mi cuerpo estaba incontrolable, sentía que la almohada entre mis patas
estaba siendo estrangulada. Fue ahí cuando mi conciencia regresó y me di cuenta
que lo que creí era una almohada, no lo era. Al abrir mis ojos, yacía Grete,
muerta, que animal sino una repugnante cucaracha para asesinar a su
hermana.
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