Los fugaces momentos que mi hermana Grete pasaba junto a mi eran lo único que tenía y recordaba de mi familia. Esos pequeños instantes eran lo que me aferraba a mi insignificante existencia, a esta vida que nunca deseé, con cada día que transcurría el olor de mi habitación se intensificaba a tal punto que la ventana no se podía mantener cerrada o ese terrible olor infestaría toda la casa. Ya no me agachaba a escuchar las cenas familiares ya que mi padre gritaba a mi madre cada vez que ésta me nombraba y expresaba su deseo de verme. Con cada grito a su vez nos hacía saber su gran desagrado por el nauseabumdo aroma que de mi habitación se expulsaba, cada que mi hermana abría la puerta.
Con cad día que pasaba, con cada pelea que escuchaba en la cual yo era el protagonista; mi existencia se fue reduciendo hasta convertirme en una nada, la cual yo sabía que no importaba.
Finalmente, una mañana mientras me encontraba debajo de mi sofá durmiendo, escuché el sonido de la puerta abriendose muy lentamente, abrí los ojos pensaba que era mi hermana Grete que ya llevaba varios días entrando nada más a depositar mi alimento en el suelo, pero no era ella, era una persona que estaba esperando desde hace mucho tiempo, abrí los ojos soprendido detallé que era mi madre que entraba mientras me veía horrorisado intentaba sonreirme pero lograba sentir su horror. Se dió la vuelta llorando y dejo mi habitación.
No podía soportar más mi existencia, al llegar la noche mientras todos cenaban, arrastré en silencio todos mis ahorros para la escuela de mi hermana debajo del árbol de navidad, al haber terminado con ésta tarea me devolví a mi habitación, la observé por última vez, después me trepé a la silla ubicada al frente de la ventana, me paré sobre ésta y salté hacía mi fin.
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