Por lo que disfrutaba y anhelaba cada momento que
podía verla y pasar con ella sin siquiera poder acercarme, escondido bajo el
sofá temiendo toparme con su mirada y que ella pudiere asustarse.
Los días pasaban y la rutina se hacía cada vez más
insoportable sintiéndome a cada momento un ser más insignificante, observando
por la ventana a quienes alguna vez conocí y para quienes ahora yo estaba
muerto, me perseguía el abandono y la tristeza. Y pensar que la muerte me encontraría
en esta humillante forma.La vida continuaba para quienes gozaban de ser normales. El sueño de Grete se había convertido en algo inalcanzable y eso me frustraba. Aún era joven, capaz de conseguir un buen marido y hacer su vida lejos de este repugnante insecto en el que me había convertido y al que ella sin mucho gusto, había dedicado sus días. Entre suspiros y llanto logré conciliar el sueño, bajo la tenue luz de la luna, arrullado por los susurros que provenían de la sala perdía la conciencia y de pronto amanecía.
Me tomo unos
cuantos minutos darme cuenta de mi realidad, era yo un chico sin antenas ni
caparazón, simplemente yo. Me desperté de un brinco y corrí a la sala, todo era
como lo recordaba, corrí en busca de mi madre pero ella parecía ignorarme, de
pronto se escuchó un grito que provenía de mi cuarto, el horror me invadió al
darme cuenta que mi cuerpo en forma de insecto se hallaba sin vida sobre el
suelo, en ese momento me dí cuenta que para mí todo había acabado desde el día
que me había convertido en ese repugnante insecto.
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